Anónimo
- Drey
- 7 nov
- 2 Min. de lectura
Todo sucede tan rápido, movimientos impredecibles que cambian con las horas, una marea que se relaja pero a la vez no deja de sonar. Todo puede suceder en un segundo, de manera imperceptible y casi imposible de observar, la letra de una canción o un libro yendo de manera rápida, avanzando tanto que no se logra comprender en qué momento finalizó y volvió a comenzar. Pérdidas que transforman la narrativa, que parecen ser un problema pero en el fondo son la transformación de algo distinto. Cada cambio, cada pérdida, cada fracaso, cada silencio, cada dolor, cada decepción terminan avanzando hacia algo nuevo, algo que no se logra entender, algo que parece extraño pero a la vez es hermoso. Es el silencio de lo nuevo, de la paz que no se obtuvo en mucho tiempo, de una transformación hacia algo más estable y real, donde el pasado no tiene espacio para este nuevo comienzo, donde los años en terapia hacen al fin su propio espacio, dan fruto y se logra ver con claridad, donde cosas que antes eran motivo de destrucción, ahora son motivo de reinicio y reparación, una introspección de una vieja versión lista para convertirse en su mejor versión. Todos somos responsables de nuestras propias acciones, todos somos responsables a la hora de juzgar a otros, pero muy pocos lo son a la hora de juzgarse a sí mismo, muy pocos tienen la capacidad de ver hacia dentro de sí mismos y aceptar sus errores, de hacerse cargo de sus acciones y aprender a pedir perdón e iniciar de cero. El perdón siempre será recibido, el pasado es recibido, pero solo si viene con buenas intenciones, no todos somos capaces de aceptar que debemos pedir perdón, y mucho menos capaces de pedirlo, sin embargo hacerlo es el camino hacia una nueva versión de nosotros mismos, de soltar el pasado e iniciar de nuevo. Solo uso esto de desahogo, cada quien elige si quiere avanzar o quedarse estancado, y yo prefiero avanzar, con más reconocimiento de lo que debo hacer para estar bien, todo se trata de mí en mi vida, nadie debe tomarse personal cada acción de los demás. Las acciones de los demás solo representan un reflejo de sí mismos, de quienes son por dentro, de sus capacidades, de sus responsabilidades, de su propio demonio interno, todos tenemos un demonio interno, pero no todos nos atrevemos a enfrentarlo. No sirve de nada hablar si no hay un cambio, no sirve de nada comunicar inquietudes si no serán bien recibidas, no sirve de nada esperar algo de alguien más si esa persona no está dispuesta a cambiar. Todos merecemos amor real, pero el primer amor real que merecemos es el que nos dedicamos a nosotros mismos, el que buscamos con constancia, el que muchas veces creemos tener pero solo es un reflejo de nuestro ego y orgullo. El orgullo no sirve de nada si eso lastima al resto y a nosotros mismos, a veces es mejor dejarlo de lado y acercarnos con el corazón en la mano, siempre y cuando valga la pena, o cambiamos o nos quedamos atrapados en nuestras heridas, o avanzamos y buscamos ayuda o nunca saldremos del vacío interno que nos persigue. Hasta aquí el desahogo, bye.
Anónimo.


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